Vale. Si más no, es simplemente una historia veraniega que he visto en «Fotoactualidad».
Hubo un tiempo, hace muchos años, cuando la fotografía digital ni estaba ni se la esperaba, que los fabricantes más reputados en estas cosas iniciaron una especie de concurso del tipo «a ver quien la tenía más grande», pero no en el aspecto que a todos los malpensados se nos viene a la cabeza, sino referente a la luminosidad de los objetivos. Por prestigio, y simplemente por ello, algún fabricante llegó a hacer objetivos F1.0 e incluso F0,95 como los Noctilux de Leica y algún otro.
Lo que no sabía es que más o menos por esos tiempos, quizás un poco antes, sobre 1966, a un señor que se llamaba Herr Wolf Wehran y que era el mandamás de relaciones públicas de Zeiss Ikon, se le metió entre ceja y ceja ir un poco más allá, se fue al laboratorio y junto con un compañero y a partir de un viejo lente condensador, crearon una cosa que se llamó Carl Zeiss Super-Q-Gigantar 40mm f/0.33, según cuenta «Fotoactualidad» asignando focal y diafragma arbitrariamente, ya que el objetivo era un pedazo de vidrio sin ningún valor.
Como casi toda curiosidad o rareza, con el tiempo fue ganando valor entre el mundo coleccionista y la «singular» óptica fue subastada por 60.000 euros en el 2011, que de todo hay en la viña del jefe de Paco I.
Cuenta también «Fotoactualidad» que la calidad óptica del invento era la propia de un diseño hecho por un «relaciones públicas» y no superaba el calificativo de «culo de botella».
Acabo como empecé: si más no, una curiosidad veraniega.
Fotoactualidad vía Peta Pixel y original en Nadir