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Y estoy por aquí otra vez: hogar, dulce hogar.

Alegoría de Adolfo en casa de los suegros.

Alegoría de Adolfo en casa de los suegros.

Pues nada, que ya estoy de vuelta.

Contestando a alguno de los comentarios del artículo anterior, esta vez han sido muy pocos días y no me he llevado ninguna cámara.

Mis suegros me tienen por persona «habilidosa», una especie de mezcla entre McGiver y «Hombre Orquesta», y cuando aparezco por allí me suelen recibir con una amplia sonrisa y una lista interminable de cosas que no funcionan para ver si soy capaz de hacer algo con ellas, así que entre ver que pasa, como lo puedo arreglar, ir a comprar materiales, instalar, modificar, o arreglar las cosas, y luego intentar explicarles lo que he hecho y las modificaciones (si las ha habido), apenas me ha quedado tiempo para respirar. Son cosas de familia.

Así que retomo el blog como si volviera a un remanso de paz y sosiego. Eso si, miraré lo que ha salido estos días y solo comentaré lo que me parezca más o menos relevante. No voy a perder la vida recuperando todo el tiempo perdido, que uno ya no está para estos trotes.

Ya mismo me pongo a ello.

adolfo

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