Pues a uno en sus cortas luces, salvo para uso en medicina, «no se me alcanza». Me imagino a una nave submarina en plan Viaje Alucinante de Asimov navegando por nuestro interior en busca de los más ocultos recovecos de nuestras tripitas, pero para eso aún resulta grande.
Como dice la nota, el sensor puede encontrar mejor aplicación en artilugios wearables y cosas similares.
El padre de la criatura es, como no, Sony. El chip mide 2×2 mm y prácticamente no consume nada, lo que seguro hará feliz a los fabricantes de fetiches y abalorios que puedan incorporarlo, y más feliz todavía al Sr.Sony que así engrosará aún más su cuenta de resultados.
Para más INRI, hay una versión en color y otra monocroma.
Nada, solo un apunte tecnológico para que estéis al loro justo antes de despedir y mandar a donde se merece a este nefasto 2016.
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