Iker Morán se ha metido en el embrollo de verificar ese proverbio chino que ya en tiempos de Confucio decía que «lo mejor no tiene porque ser lo más caro» y para ello no se le ha ocurrido mejor prueba que enfrentar a las dos últimas apariciones cristaleras de la factoría Sony. Ambas son retrateras, pero desde luego no cuestan lo mismo: se trata los Sony 100 mm f2.8 STF OSS de la prestigiosa y carísima familia GMaster y del Sony 85 mm f1.8 FE.
La prueba se centra no solo en la calidad óptica y las virtudes de su plano enfocado, sino sobre todo y como últimamente parece estar muy de moda, en todos los demás planos desenfocados y su textura y calidad, vamos, lo que en lenguaje culto se llamaría bokeh.
Pues bien, hete aquí que el otro principio no escrito, supongo que también de la época de Confucio, que dice que nunca te acostarás sin saber una cosa más, se ha cumplido aquí a rajatabla y con absoluto estupor por mi ignorancia supina me acabo de enterar que el presuntamente fantástico Sony 100 mm f2.8 STF OSS es en realidad un objetivo de luminosidad práctica bastante más reducida y ello gracias al filtro, lente, o lo que sea que proporciona la «apodización», que es la responsable de bokeh suave y cremoso que tanto nos gusta.
Estos son los dos demoledores párrafos que me han abierto los ojos y me han mostrado, a mis años, la verdad de la vida.
La teoría asegura que el uso de esta lente especial –que recuerda a un filtro ND degradado que se oscurece en sus esquinas- permite que el desenfoque sea mucho más suave. Para entendernos, el fondo se difumina de una forma más natural y toda la atención se centra en el plano enfocado.
A cambio, este tipo de ópticas tienen un pequeño truco: la pérdida de luz. Así que en realidad ese f2.8 se convierte en un T5.6, que es el sistema de medida que se usa en las ópticas para cine y que considera la luminosidad de transmisión real, no teórica.
Después de este jarro de nitrógeno líquido en medio del «coco», la comparación, aún estando hecha con la Sony Alfa 7R II y con imágenes de lo más ilustrativas que se pueden descargar y ver al 100%, ha quedado en un segundo plano y no me queda más que traspasar la pelota al agudo lector para que saque sus propias conclusiones mientras yo me recupero del susto.
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No se sorprenda el agudo lector. La diferencia de precios a uno y otro lado del mar queda aquí una vez más cruelmente expuesto, pero a eso ya estamos acostumbrados en esta vieja y maltrecha Europa donde por lo visto atamos lo perros con longaniza y no nos importa pagar un descomunal impuesto revolucionario para mayor gloria de los Power Points de los fabricantes.
- Allí: 1.500 dólares y 600 dólares
- Aquí: mejor no lo consultéis, tendréis un disgusto.