Este invento sin duda no va a gustar a los fabricantes telefonilleros. Se trata de una especie de «collar de perro» para proteger a los telefonillos de las manos resbalosas de sus felices poseedores evitando que caigan al suelo y se partan en mil pedazos.
Con ello habrá un tanto por ciento de telefonillos que no cumplan su corto ciclo de renovación, los fabricante telefonilleros se arruinarán y despedirán a todos sus trabajadores que ya no podrán ejercer de consumidores y así el efecto se multiplicará cual virus de la gripe y en pocas semanas el mundo, tal como lo conocemos, se acabará.
El Armagedon es inevitable.
Bueno, quizás sea una buena ocasión para darle una oportunidad las cucarachas, a ver si lo hacen mejor que el homo sapiens.