Pues eso, el mago resucitador ha sido Kodak Alaris. Lo que ya no me atrevo a comentar, más que nada porque no tengo ni idea, es qué demonios o quien demonios es Kodak Alaris.
En cualquier caso, los amantes del granito argéntico en blanco y negro, aquel que proporcionaba esos fantásticos retratos en plan «cine negro», están de enhorabuena.