Este título es de aquellos diseñados únicamente para crear expectación, ganar audiencia y hacerme asquerosamente rico con la publicidad que no tengo para completar la pensión y volver a estar activo en el peligroso mundo de las tentaciones mundanas. Es verdad, pero no del todo.
Paco Rocha acaba de publicar un encantador artículo retro que ha titulado «Yonki de la aguja en el ojo» del cual solo voy a desvelar que me ha recordado una anécdota (penosa anécdota, por cierto) que justifica el título que he puesto a mi artículo.
Ya sabéis que yo tengo en el baúl de los recuerdos y criando polvo una magnífica Hassel 501 totalmente mecánica junto con tres objetivos: un 50mm, un 80mm y un 150mm.
Cuando era algo más joven yo me paseaba por mis queridas montañas con la bolsa Hassel (que ahora me cuesta incluso levantar) y unos cuantos carretes de Velvia 100 6×6. Para medir la luz correctamente utilizaba un fotómetro Gossen (no me acuerdo del modelo y no he conseguido encontrarlo en intenet, si no os lo pondría). Era un fotómetro analógico y mecánico con los habituales discos giratorios, pero en lugar de aguja tenía un par de LED rojos. Girando en una dirección se encendía uno, girando en dirección contraria se encendía el otro, y cuando la medición era correcta se encendían los dos a la vez, o se apagaban los dos a la vez, no me acuerdo bien. Era rapidísimo y muy fácil de utilizar.
Bueno, pues el caso es que en una excursión y sin que mediara ninguna agresión, golpe o caída por medio, uno de los discos se desengranó de su sujeción mecánica sin que yo lo notara y sistemáticamente me daba unas medidas del orden de unos 2,5 EV’s por encima de lo que debía ser. En aquella excursión «quemé» literalmente más de 24 diapos 6×6 lo que, como podéis suponer, no me hizo ninguna ilusión.
¿ Podía haberme dado cuenta ? pues seguramente si. A mi ya me parecía un poco raro, pero ¿ quien iba a dudar de un Gossen que hasta aquel momento me había ido de perlas ?
Al enterarme del asunto una semana después, como corresponde con película química, pillé tal cabreo que no recuerdo que hice con el fotómetro, pero la verdad es que no lo he vuelto a encontrar por casa, y de eso hace por lo menos 15 años.
Pasado el berrinche compre otro Gossen, pero esta vez totalmente digital, con numeritos y sin ningún elemento mecánico. Este aún lo tengo, y funciona perfectamente. Está con la bolsa Hassel durmiendo el sueño de los justos en el mismo armario.
Hete aquí la narración engañosa del «por qué me pasé a digital». Era solo «fotométricamente» hablando.
Mi paso real a digital fue en el 2006, cuando tuve mi primera Canon EOS 400D de 10 Mpixels que en aquel momento a mi me pareció asombrosa. Desde entonces es el fotómetro digital es el que ha pasado a la bolsa de lo analógico y allí duerme también el sueño de los justos. Los fotómetros de las cámaras digitales y sobre todo el histograma ha acabado con efímera vida.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado, lo que no es excusa para que le echéis un vistazo al artículo de Paco Rocha en:
No será el Polysix del fotómetro que hablas?
No, era un Gossen, estoy seguro, pero no lo encuentro en internet y mira que es raro eso. No me acuerdo del modelo, solo tengo presente la forma que era la de fotómetro clasico con las ruedas de diafragma, velocidad e ISO, y en la parte de arriba, donde debería ir la aguja, había dos LED’s rojos. El cuerpo era totalmente negro.
El modelo que digo es Gossen.
Y el color es gris «submarino».
POLYSIX ELECTRONIC
Pues no, no era ese. Era Gossen, era negro y tenía un aspecto mucho más moderno que el Polisix Electronic porque seguramente era más moderno. No hay manera, pero no os preocupéis más del asunto. Es una tontería.