He estado meditando profundamente (es un decir) como contaros esto y qué título ponerle, y sigo dudando entre muchos, así que pondré aquí unos cuantos y vosotros, si tenéis la santa paciencia de llegar al final, cogéis el que mejor os parezca.
- Aviso a navegantes: malditos vapores.
- Solo las piedras duran eternamente.
- La Hassel dormirá el sueño de los justos a la espera de que se la pueda enseñar a mi nieto.
- Una verdadera putada, eso es lo que es.
- Este será su nicho en el mausoleo de los recuerdos.
Venga, va, intentaré se lo más breve posible.
Todos sabéis que yo tengo (tenía) un equipo Hassel clásico formado por una Hassel 501 CM con su 80mmF2,8 de kit, y un 150mm y un 50mm, ambos F4. Todos ellos dormían el sueño de los justos al fondo de un armario pues tras mi «digitalización» en el 2006 no los he vuelto a sacar a pasear.
Lo que si hacía es de vez en cuando sacar la bolsa y hacerle una rutina de mantenimiento que consistía en disparar dos rollos virtuales con cada objetivo para que todas las piezas mecánicas se fueran moviendo cada cierto tiempo.
En los últimos años, con todo el jaleo de la salud de mis padres, los cuidados continuos que precisaban, la muerte de mi madre en 2014 y el internamiento de mi padre en una residencia reconozco que descuidé esos trabajos de mantenimiento y quizás hacía 3 ó 4 años que no sacaba el equipo de la bolsa.
Hace un par de semanas, y buscando un fotómetro Gossen que creía perdido, miré en la bolsa Hassel a ver si por casualidad se había quedado por ahí. Al coger la cámara me resbaló de las manos y volvió a caer en la bolsa. Parecía como si la hubieran pintado toda ella con aceite de coche. Toda la «piel» rezumaba un jugo pegajoso, de tacto untuoso y con una tonalidad verdosa.
Desmontando el objetivo, la corona de contacto con la montura también tenía una pequeña capa aceitosa, e igualmente al quitar la tapa delantera, el filtro UV también estaba contaminado. Afortunadamente la lente delantera debajo del filtro estaba impoluta, pero la lente trasera, «oh horror», presentaba una fina capa ligeramente opaca como si hubiera sido pintada con una fina película de barniz o silicona líquida. Lo malísimo del caso es que no era la superficie exterior de la última lente trasera, sino la de la siguiente lente hacia el interior y por lo tanto inaccesible si no se desmonta el objetivo para limpiarlo.
Inmediatamente saqué los otros dos objetivos de su funda, que por cierto era de algo parecido al cuero y que también se desintegró en un fino polvo negro. Los dos objetivos estaba inmaculados, afortunadamente.
Y ahora me voy a poner sentimental porque no se me ocurre otra manera de explicarlo, aunque soy consciente de que una cosa así solo la puede entender un fotógrafo que ame y cuide su equipo como si le fuera la vida en ello, no se si me entendéis, y yo reconozco que soy hasta un poco paranoico en eso.
Pues bien, tuve una sensación de pérdida que no puedo describir. Un equipo (un compañero) con el que he pasado momentos deliciosos trotando con él por mis queridas montañas, y al cabo de unos años se te deshace entre las manos sin que tu hayas podido evitarlo.
Lo limpié todo lo mejor que pude pero seguía sin entender de donde venía todo ese «aceite». Lo consulté con un amigo (que todos vosotros conocéis pero cuyo nombre me voy a reservar) que además de amigo y fotógrafo es químico y entiende mucho de plásticos y de recubrimientos. El me dio la clave.
Los materiales que forran nuestras preciadas cámaras, yo lo llamo «la piel», son diferentes tipos y compuestos de plástico y estos con el tiempo se degradan, se descomponen e irradian vapores. No lo parece, pero lo hacen, muy lentamente, pero si que lo hacen. Lo mismo pasa con las colas o pegamentos que se utilizan para adherirlos a los cuerpos metálicos de las cámaras. Si el equipo está metido en una bolsa cerrada (aunque no sea hermética) esos vapores pululan por todo el interior de la bolsa y se condensan y contaminan todas las superficies que encuentran, exteriores e interiores, e incluso se cuelan por las juntas de mecanismos y barriletes de objetivos y pueden acabar contaminando el interior de las superficies de las lentes. Es por eso que mi Hassel rezumaba «aceite» y es por eso que el 80mm, que estaba montado en la cámara, quedó contaminado e inservible. Afortunadamente el tele y el angular no sufrieron contaminación porque estaban encerrados en su propia bolsa individual, que si se desintegró superficialmente, pero que hizo de barrera a los gases malignos.
Todo eso no hubiera ocurrido si la bolsa hubiera estado abierta pues los malditos vapores se harían disipado en el aire y entonces el único efecto sobre el equipo es que «la piel» se habría desprendido y el adhesivo se habría secado dejando un acabado «asquerosillo» en el cuerpo de la cámara.
De verdad que aquel día me entró una congoja difícil de explicar, pero así es, os lo juro.
¿ Que podía hacer ? ¿ Limpiarlo todo lo mejor posible volverlo a guardar dentro de la bolsa para que al cabo de 3 ó 4 años más se convirtiera todo en un lago oleoso ? Salvo alguna situación excepcional que no me imagino yo no volveré a disparar diapos Velvia 6×6 ni negativos Ilford Delta 100, que es lo que hacía en mis últimos tiempos peliculeros. Así que aún consciente de que quizás no era muy consciente de lo que hacía, decidí dos cosas.
- – Lo creáis o no, con el único objeto de que alguien en algún remoto lugar los pudiera aprovechar si se daba la ocasión, cogí los dos objetivos inmaculados, que además estaban como nuevos pues ya he dicho que soy un poco paranoico con el trato a mis equipos, y los llevé a Casanovafoto donde los vendí de segunda mano. Me dieron un precio ridículo comparado con el valor de compra, pero pienso que fue justo porque el mercado para estas cosas es muy reducido y cada vez más, y además tenían otros muchos iguales a la venta. Si alguien en algún momento los puede aprovechar y disfrutar con ellos, ya me sentiré satisfecho.
- – La cámara contaminada y el objetivo inutilizable me los voy a quedar yo y los pondré en un lugar preferente en una estantería que a modo de baúl de los recuerdos tengo en mi despacho, junto con una pequeña muestra de otra afición que tuve de niño y que hace más de 50 años no practico: los trenes eléctricos de escala HO, en mi caso de la reputada marca alemana Märklin, pero como decía el impagable camarero de la también impagable y antiquísima película «Irma la Dulce»: eso es otra historia que merecería un capítulo aparte.
La cámara esperará durmiendo el sueño de los justos a que mi nieto, que aún no está ni se le espera, tenga edad suficiente para preguntarme: abuelo, ¿ y eso que es ?, y yo entonces le podré enseñar lo que era antes una cámara de fotos de leyenda y sobre todo el «rotundo catacrok» que hace al tomar una foto. Seguro que queda fascinado y hasta es posible que la busque en internet 15.0 preguntándole verbal o telepáticamente a su «tablet» de quincuagésimonona generación pilotada por una IA un millón de veces más potente que HAL 9000 pero un billón de veces más pequeña. Si eso llega a ocurrir alguna vez, yo me daré por satisfecho.
Para ilustrar el tema he hecho una foto de la estantería que va a hacer de mausoleo. La imagen está tomada con un telefonillo, el iPhone 6 que me regalaron cuanto tuve que malvender el piso de mi padre para seguir pagando la residencia, es por lo tanto muy cutre, pero como ilustración ya me va bien. La geometría está corregida con Photoshop, porque una cosa es que sea una cutrez, y otra que sea insoportable a la vista, sin embargo he dejado aposta los reflejos metacrilaticos pues dan un aire de improvisada y romántica calidez.
- En el estante de arriba, tapado con la susodicha placa de metacrilado en que se ven reflejadas mis manos, el telefonillo fotografiante y la ventana de la izquierda, veréis un espacio más o menos en medio que es el que está reservado para la cámara. Está entre la Rolleicord 6×6 de 2 objetivos, con la que me inicié en el mundo de la foto, y un vetusto y sencillísimo tomavistas Bell & Howell de 8mm (no super 8) y de cuerda, con el que me inicié en el mundo del cine. Al agudo lector no se le escapará que en el rincón derecho y de pie hay un casete Philips de 1ª generación. Ese era de mi mujer y por derecho propio merece un lugar destacado en el baúl de los recuerdos. Delante de él aparece mi primera cámara digital, una Canon PowerShot S60 a la que, como correspondía en aquella época, se le murió el sensor. Me lo cambiaron gratuitamente en Canon, pero lo montaron mal y la cámara, que aún funciona, quedó inservible. Hay otras viejas glorias peliculeras: una Olympus u1 y una Leica Z2X, ambas compactas más o menos dignas, y también un tomavistas Canon esta vez Super 8.
- En el estante de abajo, y esta vez sin metacrilato, hay una pequeña muestra del material Märklin que yo tuve y que mi padre, que trabajaba en una empresa alemana, encargaba con toda su ilusión y esfuerzo económico a sus colegas de Leverkusen (así que ya sabéis que empresa era). He puesto unas cuantas vías, y desvíos. Aparecen las cuatro locomotoras que tuve y algunos vagones. También la instalación eléctrica, postes y catenaria, y cuando todo estaba montado era una verdadera gozada. La época dorada de todo eso fue en el periodo en que yo tenía entre 5 y 15 años. Ahora tengo 64, así que ya ha llovido desde entonces.
Y ya está. Aquí se acaba la historia, quizás una triste historia, pero también una inevitable historia de la que no me atrevo a sacar ninguna moraleja, porque me pondría todavía más triste. Tomadlo solo como «aviso a navegantes» e ir corriendo a vigilar vuestros «baules de los recuerdos».
Espero que disculpéis las batallas que de vez en cuando os cuento. Fotochismes es mi blog personal que no tengo y en él no solo me siento muy cómodo, sino que además rodeado de amigos.
Mucha salud y un abrazo para todos.
Adolfo.
Nota tonta: y ahora diréis, si en la estantería está el hueco, ¿ donde está la cámara ? Pues la cámara se la ha quedado mi amigo el químico que se ha ofrecido a limpiarla, adecentarla y en suma a «embalsamarla» lo suficiente como para que pueda reposar dignamente en el mausoleo del recuerdo por toda la eternidad, amén.
Me ha encantado.
Puede que no dejen de ser más que simples objetos.
Pero que anclados a los recuerdos tienen sin duda un valor especial.
Precioso!!!
Leyendo esta noticia me ha llegado la nostalgia, con mis 51 tacos yo también conservo mi marklin, que tienda teníamos en la calle Pelayo, al lado de casanovas….
Yo lo guarde para mi hijo, y ni siquiera se lo he enseñado aun, tiene 14… pues mira… este finde se lo monto.
Por cierto conozco al importador de España, está en cornellà, estuve en su local, el tema ha evolucionado mucho con la electrónica, pero es ya muy muy residual… por decirte que intentaba vender helicópteros. …
Ufff, nos dejamos llevar por esos sentimientos que nos hacen tan felices, como dice Daniel, son solo objetos, maravillosos pero objetos, hicieron su función en su momento, hay que mirar hacia adelante, a mi me pasa lo mismo con mis cámaras viejas, conservo solo las mas viejas, vendí mi laboratorio de B/N, con ampliadora de 9×12, durante años tenia la ilusión de encerrarme en el laboratorio, pero nunca lo hice. Sigo con nostalgia, pero se que jamas la hubiese usado, desaciendome, se que alguien la aprovechó mas que yo.
Me ha encantado esta historia, una pena por los daños aceitosos. Scalextric y marklin también estaban entre mis “juguetes”, que ya no los conservo y me ha traído muy buenos recuerdos. Unas cuantas cámaras antiguas y objetivos si que conservo, en unas baldas de armario, sin bolsas y con saquitos anti humedad y que de vez en cuando, saco y limpio y los hago funcionar…
Vaya, ya lo lamento.
Tengo un Sigma de hace años que tizna la mano de negro, se ha degradado el recubrimiento de goma y el negro de humo que le añaden para hacerlo black se le va y te deja los dedos como los del rey Melchor.
Otro buen ejemplo de esta degradación inesperada es una cámara Nikon F65 versión “Peter Parker” cuya goma ha adquirido poderes arácnidos y se te pega a la mano cuando la sujetas.
Lo mismo vale para un cable de disparo que tengo cuya goma se ha vuelto adhrente y hace inecesario que lo agarres porque no hay miedo a que se caiga, si posas un dedo sobre el y lo levantas el disparador te acompaña en el viaje.
No estaban están cámaras diseñadas para descansar; esperamos que tu amigo pueda mediante la alquimia fijar dar brillo y esplendor a esa Hassel.
Las plasticorras de hoy ¿como se comportaran mañana?
Podrías reparar el objetivo que te queda, y usarlo con un adaptador tilt & shift. Sino para esa cámara podrías comprarle un respaldo digital, usado, de los más baratos, algo para poder utilizarla, recreativamente.
Buenas,
Coincido con esas dos aficiones, además de otras como la melomanía y las motos.
De los dos estantes tengo el reproductor grabador de cassettes Philips, exactamente el mismo. Pero de cámaras tengo menos ostentóreas: Kodak Instamatic y Yashica Electro 35 GX… de ahí a la Nikon AF-501, 800 y Eos 33.
De trenes también pero Fleischmann, Marklin no me gustaba por el patín central, le quitaba realismo. Ah!!! y Trix, que fue un regalo que no prosperó en más material.
Saludos
Lo de la degradación de plásticos o gomas en las cámaras o accesorios me ha ocurrido en las empuñaduras de una Canon EOS 620 y una RT, en una Canon PowerShot Pro1 y en una perilla de goma Giottos Rocket que literalmente se va derritiendo poco a poco.
Al fina, te cuestiones si merece la pena guardar… El Marklin me dio por recuperarlo en el 2008 y lo tuve un par de años andando, a mi hijo de 12 ahora no le llama nada la atención. Con las cámara aún peor, tengo no me de 20 entre reflex, compactas y telemétricas y alguna de formato medio, me pregunto a menudo que para qué…
Además cada vez más difícil fotografiar con química y creo que imposible salvo B/N pasar a papel sin el concurso de proceso digital…
Y venderlo, no vale nada…. salvo un Hasselblad o una Leica…
Se llama progreso.