Pues eso. Malacostumbrados como estáis, igual os distéis cuenta de que ayer no publiqué ningún artículo. Es verdad.
Como sabéis, ahora estoy en mis queridas montañas y ayer, siguiendo los partes del tiempo, decidimos acercarlos al Parque Nacional de Ordesa que está a unas dos horas y media de Benasque y que este año celebra su centenario como Parque Nacional. No es Yosemite, pero es muy chulo.
Hizo un día totalmente despejado, con el cielo azul y sin nubes, y lo que es más importante aún, sin una gota de aire. El parque estaba “espectacular”. Yo nunca había visto unos colores así. Voy a ser un poco grosero, pero seguro que me entendéis: “parecía como si a todos los pintores impresionistas les hubieran metido polvos pica-pica por la parte final de la espalda y los hubieran soltado por el parque con un montón de pinceles y una paleta Titanlux Adobe RGB”. No era impresionante, no, era lo siguiente, os lo juro.
Con mi mujer hicimos todo el recorrido normal, desde La Pradera hasta la Cola de Caballo, con el 70-200mm montado, y estoy seguro de que las fotos no le van a hacer justicia. Aún no he revelado ninguna, pero he desenfocado una para que os hagáis idea del ambiente.
Ya tenemos una edad y aunque el camino es fácil es muy largo y nos cansamos mucho. Entre hacer fotos y andar estuvimos 9 horas sin parar y dale que te pego, y eso es una paliza para nosotros. Salimos de casa en Benasque a las 6 de la mañana, empezamos a andar a las 8:30, y llegamos a casa a las 8:30, pero de la noche.
Aparte del indescriptible paisaje me asombraron dos cosas.
- Era un día normal de entresemana y sin embargo había mucha gente, y no todos eran respetables jubilados dando un paseo, no. Nunca estuvimos solos y al alcance de la vista siempre había alguien.
- Había muchos telefonillos, pero por primera vez en los últimos tiempos vi bastantes más cámaras serias (todas DSLR, ninguna mirrorless”) que telefonillos. En las mochilas o en la mano casi todos llevábamos trípodes. Parecíamos una procesión de penitentes todos con la cruz a cuestas y el cirio en la mano. Y es normal. En las profundidades del bosque, siempre en sombra, casi no había luz y trabajando a ISO 100 y diafragmas de F5,6-F8, los tiempos de exposición eran de varios segundos, de ahí la extraordinaria importancia de que no soplara ni una gota de aire.
Tal despliegue de fotógrafos entusiasmados acarreando equipos serios y buscando la “instantánea” imposible me reconcilió con la humanidad, al menos un poco.
Nos levantamos a las 5 de la mañana y nos cansamos muchísimo, así que al llegar una buena ducha, un piscolabis como frugal colación, y a la cama. Por eso no hubo Fotochismes. Seguro que no ha salido ninguna foto decente, pero os prometo que hacía tiempo que no lo pasaba yo tan bien en el campo.
Cuando acabemos nuestra estancia aquí os martirizaré, como ya viene siendo costumbre, con una pequeña galería de mis mediocres fotos, así que alguna caerá de Ordesa.
Mucha salud y un abrazo para todos.
Adolfo
Nota tonta: hoy, que es el día siguiente, ya me he levantado como de costumbre a las 5 AM para cumplir con mi obligación no escrita pero si moral con todos vosotros. Hago lo que puedo.
Fantástico lugar. A ver si abres un hilo con algunas fotillos. Un abrazo a toda la peña y buen fin de semana.
Así debe ser la vida de unos jubilados
Disfrutaaaaa!!!
Felicidades… pura envidia me das 😉
Qué envidia, enhorabuena!
Buen sitio para perderse, ahora muy masificado para lo que fue, con unos estraordinarios paseos y un bosque fantástico porque no se actúa apenas en el.