Ya estamos a día 2 de enero, ya hemos superado con mayor o menor éxito los fastos de cuatro fiestas: Nochebuena, Navidad, Nochevieja y Año Nuevo, y en los países civilizados hoy se vuelve a la normalidad y se inicia la cuesta de enero. En el nuestro aún nos queda el día de Reyes, esa fiesta dedicada a los «locos bajitos» (copyright Miguel Gila) que hace más felices a los padres que a los propios hijos. Pero después si, nosotros también iniciaremos la cuesta de enero que en nuestro caso, además, iniciará (continuará) la eterna campaña electoral en que nuestros insignes políticos pretenden que vivamos sumergidos hasta ahogarnos con sus continuos despropósitos y desde todos los bandos.
Pues bien, en esta enloquecedora vorágine, al bueno de Raphaël solo se le ocurre inaugurar el año con un artículo cuyo título es de lo más inquietante. ¿ Os acordáis de HAL9000 y lo malo que era ?
Reconozco la potencialidad del software y la potencia que es capaz de dar a multitud de dispositivos. Reconozco también su eficacia para solventar problemas que el hardware es incapaz de afrontar. Pero su sola mención aterroriza a mi segunda neurona pues no puedo evitar considerarlo también como una fuente continua de problemas, inestabilidades, enloquecimientos y «polterguiests» de todo tipo que terminan con nuestro sosiego y paciencia. En fin, que yo soy un «miedica» en esto y hago auto de fe público de ello.
Hace bastantes años eran los ordenadores los que tiraban del carro tecnológico. Hoy esta claro, y de eso hace ya unos cuantos años, que son los telefonillos la punta de lanza de la tecnología. Es cuestión de números. Hay más telefonillos que personas en el mundo, y además nos han convencido de que los renovemos cada dos años, o antes. Un buen negocio, si señor, y nosotros hemos picado de lleno.
- Y ya está. Con todos Vds. HAL9000 y sus secuaces en Albedo Media