Dentro de una hora empieza el MWC 2019 casi al lado de casa. Empieza con la consabida y adosada huelga de Metro tradicional en estas fechas convocada por unos sindicatos que sin duda tendrán por buenas sus razones pero que en mi opinión supone una irresponsabilidad de primera magnitud ante un evento que quizás es la feria más importante del mundo por su temática y que da visibilidad y negocio a una ciudad que quizás, y sobre todo en los últimos tiempos, no lo merece demasiado.
En esta feria, más que nuevos artilugios, que habrá pocos, la estrella invitada será el 5G, tecnología que permitirá una conexión a la red de datos móvil perfectamente equiparable a la que proporciona la fibra óptica en la red fija. De la mano de ella vendrá el internet de las cosas y casi cualquier artilugio que pueda venderse vendrá con su dirección IP y estará conectado inalámbricamente a la red. El volumen de datos que transitarán por nuestro universo mundo crecerá exponencialmente y de toda esa información los datos basura (los que ni sirven ni aportan nada) crecerán más exponencialmente aún. Por ejemplo, nuestra nevera nos podrá transmitir en tiempo real a nuestro telefonillo un video continuo de lo que hay dentro sin que nosotros tengamos que hacer el esfuerzo de abrirla y mirar lo que hay dentro. Fascinante, ¿ no ? Eso si, lo podrás ver desde la otra parte del mundo. Si, efectivamente, estoy muy mayor, no tanto por la edad, más por convicción. Ni mi mujer ni yo hemos sentido la necesidad de ir como va el 99,9% de la gente por las calles, desafiando su integridad física y la de los demás y siendo inmensamente feliz mirando continuamente el despiadado artefacto que te mantiene conectado (quizás mejor esclavizado) las 24 horas del día y porque no hya más. Ya digo que es una cuestión de mentalidad.
¿ Será este el final ? No, no, en absoluto, yo no lo creo. La ley de Moore (creo que es esa) dice que aproximadamente cada dos años se duplica el número de transistores (elementos de conmutación digital) integrables en un mismo chip. Eso puede interpretarse como que se duplica su capacidad de proceso (no es así, pero la analogía puede valer). Nadie habla de la otra ley de Moore, la 2, (si es que existe): la del software. Cada 30 segundos, más o menos, los softwares que manejan todas nuestras vidas se hacen más potentes, pero también más pesados y difíciles de mover. Por eso cada vez necesitamos hardware más rápido y potente para ejecutarlo.
Yo aún conservo mi anterior PC de sobremesa. Ya era un Pentium 4, pero es del 2003 y aún funciona con Windows XP. Con él he estado trabajando hasta febrero del 2014, y lo cambié porque no era capaz de procesar video, ni siquiera los clips más simples de YouTube. Ahora lo usa mi mujer pero principalmente para gestionar sus documentos en Word. Cuando se conecta a internet es una verdadera tortuga, te hartas de esperar y yo hasta muchas veces me pregunto como es posible que hubiera podido trabajar con él, incluso llevando este blog, hasta hace muy poco. La respuesta es bastante simple: tanto todas las páginas de internet como el propio navegador han ido haciéndose más pesados y farragosos, y lo que antes se movía con ligereza con cierto hardware ahora con el mismo hardware ya no hay manera de moverlo, eso cuando no es directamente incompatible y te aparece un insulto de esos que te envían a hacer puñetas y te dejan colgado.
¿ Por qué pasa eso ? Pues porque los softwares son cada vez menos eficientes. Se programa en lenguajes de dada vez más alto nivel (no hay otra manera de hacerlo) y los compiladores generan miles de «operaciones máquina» (assembler de bajo nivel) incluso para la más simple de las instrucciones de alto nivel. Cada cosa que hacemos, cada tecla que pulsamos, genera decenas de miles de operaciones básicas de las que no nos damos cuenta porque los procesadores ejecutan millones de esas operaciones por segundo. Yo, que vi nacer el PC, recuerdo cuando los programas en MS-DOS ocupaban como máximo varios cientos de KB. ¿ Os acordáis del PC-Tools, el primer Explorador que hubo ?, cabía en un disco de cartón de aquellos que medían un palmo y pesaba 160 KB. Con el advenimiento de la interfaz gráfica inventada por Apple y copiada por Microsoft, la cosa empezó a complicarse y a crecer, crecer, y crecer, y así hasta hoy. Ahora, con las actualizaciones continuas de todo se ve muy claro. Ya no se programa desde la base, se trabaja programando parche sobre parche y sobre parche, y la bola de nieve va creciendo a una velocidad salvaje e imparable que cada vez exigirá más potencia de proceso y más velocidad. ¿ Es el signo de nuestro tiempo ? Seguramente si. ¿ Vamos por el buen camino ? Seguramente no, pero ya no hay solución.
¿ Y donde vamos a ir a parar ? Pues tampoco lo se, pero yo, con mi habitual optimismo natural, imagino un escenario más o menos así.
Ahora estamos en el 5G. El Armagedon vendrá de la mano de «TG». Con esta tecnología a los niñ@s al nacer se les implantará un chip biónico BECT (biológico, electrónico, cuántico y telepático – de ahí la «T»). Con él todas las personas estaremos interconectadas entre si y a su vez conectadas con todas las cosas de este mundo. Ya no habrá redes, ni operadores, ni soportes físicos ni radioeléctricos. La comunicación será «telepática» y por tanto no estará restringida a las leyes de Einstein: será instantánea. El volumen cerebral de los humanos se habrá, como mínimo, duplicado y tendremos unas cabezas del tamaño de una pelota de playa. Como es natural el 99% de las neuronas estarán dedicadas a almacenar y procesar información «spam», pero ese es el precio que hay que pagar por el progreso. Bueno, ese y otro.
He dicho que las comunicaciones persona-persona y persona-máquina serán instantáneas pues al ser telepáticas no estarán sometidas a esa ridícula limitación de la velocidad de la luz. Pero otra cosa muy distinta es el asunto de la energía. Toda esa conectividad casi infinita requerirá una energía casi infinita de la que: 1.- no disponemos, y 2.- se acabará disipando en calor por obra y gracia del Sr.Entropía, siempre presente. En esas condiciones, y dejando de lado tonterías como el cambio climático y el calentamiento global, aparecerá la tercera Ley de Moore: cada dos años la temperatura del planeta se incrementará en 1ºC, por lo menos. En 100 años, todo arreglado, y las cucarachas tendrán por fin su oportunidad para enfriar y repoblar La Tierra.
Que levante la mano el que no esté de acuerdo, y eso que hoy me he levantado optimista.
Mi único consuelo es que yo no lo veré.
Y colorin, colorado, este cuento se ha acabado.