
Un conjunto astuto y bien ordenado de ceros y unos: algo cada vez más raro, palabra.
Realmente el software es una cosa fantástica y por eso yo le tengo tanto cariño aplicando siempre que puedo el filosófico principio básico de: “madrecita, que me quede como estoy” o también el igualmente fundamental de: “si una cosa funciona, no la toques, burro”.
Por eso no suelo actualizar el firmware de mis cámaras y enciendo una velita a mi querida Madre del Amor Hermoso cada vez que recibo en aviso de una actualización de Windows.
Vale, se que soy un miedoso, pero no lo puedo evitar. En el pasado he sufrido mucho con actualizaciones mál hechas.
Bien, y superado ya este introito absolutamente prescindible vamos con las dos lindezas de software que os quería contar.
Como presentación utilizaré el primer google párrafo de ambas:
Poltergueist 1:
Después de actualizar a la versión 5.4 de Lightroom en iOS y iPadOS, numerosos usuarios descubrieron que faltaban fotos y ajustes preestablecidos de edición que aún no se habían sincronizado con la nube. Peor aún, Adobe ha confirmado que los usuarios afectados y el propio Adobe no podrán recuperar los datos faltantes.
Afligidos y afectados, razón en:
Poltergueist 2:
La última evolución próxima de Android, la versión 11, introducirá un cambio bastante pequeño pero no deseado del que ya se están quejando algunos propietarios de teléfonos inteligentes: la eliminación del menú de selección de la cámara. En el futuro, los usuarios de Android solo podrán acceder a la aplicación de cámara preinstalada del dispositivo cuando intenten tomar una foto a través de una aplicación de terceros, algo que Google ha confirmado y descrito como necesario para la privacidad y la seguridad.
Esta peliculita es puro entretenimiento autobómbico totalmente prescindible. Si lo miráis perderéis miserablemente un minuto entero de vuestra vida, como me ha pasado a mi.
Encantador, ¿no?
Nota tonta: alguien podrá pensar que en mi infinita maldad yo no creo en el software. No es del todo verdad, yo sí creo en él, pero solo en el que está bien hecho con calma, paz, sosiego, rigurosidad, y que solo se distribuye cuando está suficientemente probado con tiempo y libre de errores. Todo lo anterior es incompatible con nuestro modo de vida actual, por eso lo temo más que a un político sin mascarilla.