En USA el mundo Apple es una religión, en Europa muchísimo menos. Yo nunca he sido fan de Apple y creo que nunca lo será, no sé, igual es cosa de acostumbrarse y empaparse de su incomprensible liturgia. Mi única experiencia con Apple ha sido la pelea continua que he tenido con mi iPhone 6S, el único Smartphone que tengo y que me regalaron cuanto tuve que vender el piso de mi padre para poder seguir pagando la residencia donde estaba. La pelea la ganó el iPhone pues jamás me pude entender con su mundo autista (con todo el respeto para los autistas) y cualquier intento de comunicación con él fue siempre un fracaso: los iPhones hacen lo que les da la gana y solo a su manera. Apple ha roto conmigo, pero yo también he roto con él, es por eso que duerme el sueño de los justos apagado en mi mesilla de noche y solo sale de ahí las pocas veces que lo necesito para algo con él.
En fin, que en estas condiciones me ha llamado la atención el titular que os he puesto, y por eso comparto el extenso artículo de opinión que Dan Wells (la única entidad activa en la otrora grande Luminous-Landscape) ha publicado hoy.
Deseosos de sufrir una experiencia que puede ser traumática, razón aquí:
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