Esto es un publirreportaje y nuestro querido dúo dinámico lo advierte al final de su artículo, así que ni hay duda ni problema. Entonces, ¿por qué lo pongo yo aquí y ahora?
Pues porque me he sentido identificado y aludido.
Imaginemos un escenario real como la vida misma:
Estamos mi mujer y yo en nuestras queridas montañas. Vemos en la tele y en internet que el tiempo para mañana va a ser bueno. Planeamos hacer una excursión a cualquier lago idílico de la zona. Por la mañana del día de autos cargamos las mochilas, nos pertrechamos de senderistas y sobre las 8 de la mañana empezamos a subir al lago. En las montañas los lagos (ibones se llaman allí) tienen la fea costumbre de estar siempre arriba, así que la excursión, por sencilla que parezca, siempre es cuesta arriba.
Yo voy cargado con la mochila grande que lleva la tortilla de patatas (con cebolla), el pan, el agua, un poco de fruta, ropa de abrigo, impermeables y un walkie – talkie (en las montañas no hay cobertura móvil por mucho que se empeñen en decir lo contrario), amén de alguna que otra cosilla más. Mi mujer no puede llevar peso porque tiene varias hernias discales que le dan la lata casi de forma continua.
Naturalmente yo llevo, además, una pequeña bolsa con una cámara y por supuesto el trípode.
Para un excursionista con menos años, menos grasa y mejores piernas, el lago en cuestión puede estar a una 2 ó 3 horas de camino, pero a nosotros nos cuesta unas 5 horas. No hay que ser un medalla Fields para apercibirse de que llegamos al lago a las 12 de la mañana, en pleno verano y cuando el sol está justamente en el zenit. Como el día es bueno, pues así lo hemos escogido, no hay ni una nube. Talmente las condiciones ideales para poder tomar excelentes imágenes solo dignas de ser apreciadas por la fábrica de postales “El Escudo de Oro”.
Allí comemos, descansamos un ratito, damos una vuelta por la zona, e iniciamos el descenso entre la una y las dos.
Esta es una descripción de una cualquiera de esas magnificas jornadas en la que yo soy inmensamente feliz.
¿Entendéis ahora porqué me he solidarizado con nuestra pareja protagonista?
Lo suyo es quedarse a dormir por allí y esperar las magníficas horas del crepúsculo y el amanecer, pero ya no estamos para esos trotes. Cuando éramos jóvenes aún no habíamos descubierto la montaña. Esa es otra de mis asignaturas pendientes para mi próxima reencarnación y tengo tantas que no se si otra vida dará para todo.
Dice Google:
La hora dorada es ese instante, aproximadamente, justo antes de que salga el sol o justo antes de ponerse del todo. … En el caso de la hora azul, es esa franja del día justo antes de la hora dorada (por las mañanas) y a continuación de la hora dorada (en el caso de la puesta del sol).
Digo yo:
No siempre puedes estar en el lugar preciso en el instante adecuado y con las condiciones óptimas.
Por alusiones: no tiene pérdida, ¿o si?