Prometo por lo más sagrado o juro por lo más mundano que yo no volverá a montar el laboratorio fotográfico con su luz roja, la ampliadora y las cubetas hasta que, si algún día tengo un nieto, me dé por explicarle como se hacían las fotos antes. Bueno, eso, y que él o ella, quieran escucharme, claro.
Sentado ya este principio filosófico existencial y fundamental, paso a explicaros cosas de una pócima reveladora que tiene el nada glamuroso nombre de 510 Pyro.
Primero esto:
¿Que, tiráis todos vuestros equipos digitales y volvéis a las esencias?
Nota tonta: vale, ya sé que ahora los cuartos oscuros no huelen a vinagre, pero era tan romántico cuando si lo hacían, ¿o no?
Y después esta paliza intelectual de 16 minutos:
Gracias por la cita, Adolfo
Siempre me han gustado los reveladores muy concentrados, del tipo Rodinal, por ejemplo.
Adivina quién encargó una botellita del nuevo «Piro» nada más saltar la noticia hace unos días… 😉
¡Saludos!
Simpre has sido un «crack» y lo segirás siendo por toda la eternidad, esas cosa imprimen caranter.
Mucha salud y un abrazo bien gordo.
Adolfo