El monstruo achicharrador desatado
Ahora ya lo puedo decir, ahora ya vuelvo a estar en Barcelona. No me gusta pregonar por ahí ni por aquí que he dejado mi piso en la ciudad solo: los amigos de lo ajeno y sobre todo los ocupas tienen orejas en todos sitios, pero lo cierto es que hemos pasado cinco días con mis suegros en la casa que tienen en Girona, en una urbanización cerca de Sant Feliu de Guixols/Platja d’Aro.
Este verano le han puesto FO y por eso no habéis notado nada en el Blog. Yo me levantaba a las 5 de la mañana, me iba con el portátil al jardín, y ejercía mi profesión hasta las 8, momento en que aparecía el sol por el horizonte y había que salir a escape a refugiarse.
Lo creáis o no, yo nunca he estado a más de 30ºC. En mi piso de Barcelona hemos subido a 29ºC y alguna vez 30ºC, pero la cosa no ha pasado de ahí. Es verdad que 30ºC con más de 60% de humedad es inaguantable, pero aún no hay emergencia vital.
Pues bien, en la urbanización hemos llegado estos días a 36ºC (a la sombra) y yo me he puesto malo. Iba todo el día en traje de baño y con una camiseta que me protegía del sol. Teníamos una manguera y una ducha en el jardín, y cada media hora me duchaba entero y vestido para que la evaporación me refrescara un poco, pero ni aún así. Lo he pasado realmente mal, pero que muy mal. Me daban mareos y solo tenía ganas de dormir, pero chorreando a mares no podía.
Imagino que a cualquier residente en las Españas del Sur lo de los 36ºC le hará mucha gracia, pero a mí ya sabéis que “la calor” me afecta mucho y hasta he llegado a pensar que había tenido un «golpe de de calor» de esos que precisan hospitalización.
Ahora ya si que es seguro. El mundo sea acaba y yo seré de los primeros en caer. Bueno, el único consuelo es que no se perderá nada.
Nota del editor: ¿por qué creéis que el infierno se representa en llamas? Pues por eso: «la calor» es la peor condena posible.
