Ayer paseando mi mujer y yo pasamos por delante de El Corte Inglés/Diagonal y entramos a comprar una cosa en el supermercado. Es una salsa picante cuasi radioactiva de origen mexicano que solo he encontrado allí y a mí me encanta (tengo el estómago de acero inoxidable 18/10). Como solo eran dos botellas pequeñas intentamos salir por una caja rápida. Craso error. El algoritmo de ayuda solo despista, utiliza una jerga incomprensible solo entendible si has nacido y vivido toda tu vida dentro de la tienda, no tiene la posibilidad de volver atrás, te trata de idiota, y pide a cada momento que solicites ayuda a algún operador porque tú no estás a la altura de las circunstancias. Tal parece que el interface hombre/máquina haya sido diseñado por el hijo más perverso del que inventó el “abre fácil”. No hay nada más sádico.
Cuando vino la asistencia de un joven becario, este, con infinito asombro y cara de odio, tuvo que resetear la tienda entera y nosotros nos fuimos avergonzados a hacer la cola en una caja de verdad.
Un miembro de nuestra attoPeña comentó hace unos días que una de las cosas que más le chocaba de mi personalidad y siendo (o mejor habiendo sido) ingeniero, era lo refractario que me mostraba ante la tecnología.
No tengo respuesta lógica y mucho menos razonada a eso, así que daré solo algunos apuntes a ver si vosotros tiráis del hilo y desenrolláis el ovillo, y de paso me lo explicáis.
- No estoy dispuesto a ir por la calle o en el metro como un zombi con la nariz a 20 cm del telefonillo. Lo de la esclavitud no me va.
- No estoy dispuesto a pasarme buena parte las horas que aún me quedan de vida actualizando aplicaciones y luego aprendiendo a usarlas para hacer lo que ya sabía hacer en versiones anteriores.
- No estoy dispuesto a que las máquinas me usen y encima me traten de imbécil. Puede que no sea muy listo, pero tampoco me considero un idiota integral.
¿Será todo un problema de adaptación o será que la demencia senil incipiente ya empieza a hacer estragos en mi segunda neurona?
Bueno, ¿y todos estos exabruptos a que vienen? Pues viene a lo que he puesto en el titular.
- Las Inteligencia artificiales, ¿nos ayudarán, simplemente rentabilizarán nuestras actividades, o acabarán con la humanidad?
No se, muchas veces tengo la impresión de que me estoy chamuscando simplemente por rozamiento dada la velocidad antinatural a la que este mundo nos hace movernos.
En fin, sea como sea, sea lo que sea, y sea cuando sea, con todos vosotros una de las muchas caras de HAL 9000 Mark V: esta se llama “chatGPT”
Lo de asociar ser ingeniero a que a uno le guste USAR toda la tecnología del universo es un topicazo. A un ingeniero de verdad le gusta diseñar cosas y saber cómo funcionan las cosas que otros han diseñado, pero respecto a tener y usar cacharritos no creo que lleguemos ni a la media de esta sociedad Adolfo.
A mí en particular la tecnología como usuario me da una pereza infinita. Maldigo el día en que nos dan móvil nuevo en el trabajo, desconecté la domótica de mi casa el día que me mudé (había algo que no paraba de pitar y tenía cero ganas de averiguar qué era aquello), me dan vergüenza ajena ciertas estupideces como los asientos calefactados de algunos coches o lo de abrir el maletero pasando el pie. Tengo por obligación un Alexa que se ha desconectado de Internet y me da igual, total solo lo usaba para preguntarle antes de salir a la calle el tiempo que iba a hacer en Madrid. La reina de la pereza me viene cuando irremediablemente tengo que cambiar de portátil, madre mía ese día es el polo opuesto a tener ilusión por el estreno, regalaría esas horas de vida.
En fin que no estás solo 😉
Salu2!
Las idiotas son las máquinas. Y algunos que diseñan sus modos de empleo no andan muy lejos de ellas. Hacer una aplicación no debe ser fácil, tiene que ser muy difícil porque muchas van fatal. Misma cosa para tiendas online, que no parecen sino megaaplicaciones. Como dice Adolfo cuando no fallan son poco intuitivas y necesitas un entrenamiento o mínima explicación, o en su defecto estar en un estado mental de concentración que es difícil de adquirir en la cola de un supermercado con tantos estímulos atacando nuestros sentidos. Recuerdo hace años, muchos, en que estaban estudiando el sistema de cobro mediante detección de la mercancía en un arco de salida, pero no prosperó, supongo que muchos productos podían pasarse por el arco de triunfo sin pagar y no funcionaba bien y aquí nos vemos secuestrados en las filas de salida, y precisamente siempre en la fila que menos avanza (no es una leyenda urbana, es estadísticamente incuestionable). En más de una ocasión he vuelto a los estantes a dejar educadamente cada cosa en su lugar y he salido sin compra.