Yo tengo “eccema”. Es una enfermedad de la piel que produce sequedad, leve inflamación y picor. No es grave ni contagiosa, pero es crónica. No se sabe curar pero si mitigar con pomadas a base de corticoides. Los síntomas desaparecen con el tratamiento, pero al dejarlo, al cabo del tiempo vuelven a aparecer. Una de sus peculiaridades es que va asociada al estrés, al nerviosismo y a alteraciones nerviosas. Mientas más alterado estás más serio es el problema.
Tengo afectada algunas zonas de la cara, las orejas y el cuero cabelludo. No suele aparecerme en ninguna otra parte del cuerpo, salvo en circunstancias muy especiales.
Bien, estos datos deberían ser suficientes como para que el agudo lector responda a esta navideña pregunta:
- Determine el agudo lector lo que puede afectar al que suscribe la entrañable fiesta de Navidad si os doy el dato de que tengo la cara hecha un mapa, que parezco un zombi de película de terror de serie C, y que además me han aparecido zonas afectadas en cuello y espalda.
Una pista: aunque todos los asistentes a la comida de Navidad, mi hija y su marido, suegros, cuñados y sobrinitos, vivimos en Barcelona, mi cuñadísimo ha organizado la comida en Girona, con lo cual todos deberemos desplazarnos y yo, que soy el chofer de mi mujer, mi hija y su marido, no podré beber ni gota de alcohol, porque a mí me afecta mucho.
¿Entendéis el por qué a mí los fiestorros navideños me asemejan un viacrucis con tres estaciones de penitencia?
Bien, pues sentado este introito del tipo absolutamente prescindible y pataleta de niño poco adaptable a las terribles circunstancias de la vida, aquí os dejo, dedicado a los sádicos con lupa, una galería de este cristalito delante de una exigente GFX 100S (mi tesoro) fotografiando las rigurosidades que están pasando ahora en Calgary (Alberta-Canadá), donde aunque están saliendo de la ola polar, hoy están a 21ºC bajo cero.