Ayer San Pedro, el de las llaves y el termostato del Cielo, tuvo un gesto con los Barceloneses. Abrió un poquito el grifo del agua y soltó un poquito de lluvia. Fue un gesto cruel, pues cayó tan poca agua que no llego al suelo. Por “la calor” se evaporó antes de tocar el suelo y la poca que llegó fue absorbida por la sequedad de la tierra y desapareció al instante.
La conclusión es evidente e inapelable: la lluvia existe, pero en este atribulado rincón de todas las Españas somos indignos de recibirla.
Volviendo al titular lo único que se me ocurre comentar es que la creatividad, considerada como enajenación mental más o menos transitoria, no conoce límites. También podría repetir lo que dije ayer, si, eso de que el Diablo cuando se aburre mata moscas con el rabo.
Divertimento para un día en medio de un puente. Solo eso, no lo toméis a mal.
¿Sería posible que esas pocas gotas de lluvia fueran la respuesta de mi querida Madre del Amor Hermoso encarnada en La Moreneta ante las plegarias de Obama, Spielberg y señoras que ayer fueron a Montserrat a visitarla? Sería lógico, estos ilustres personajes oraron en inglés, y la Dama y Señora de la Catalana Serra no los entendió demasiado bien y actuó con recelo.
Hubo una ILford de 72 exposiciones pensada para fotografía que consistía en una película más delgada que permitía meter en el mis o chasis todo ese número de tomas.
Las películas APS si no recuerdo mal ahora decían tener una emulsión más delgada para compensar el aumento de la granulosidad debida a la disminución en tamaño del formato 35 mm a APS.
Estas películas más delgadas o con emulsiones menos gruesas hubiesen sido buenas candidatas para este experimento.
Como información complementaria a lo que he comentado con respecto de películas que tenían menor grosor he localizado referencia a ese extraño carrete de Ilford de 72 exposiciones en https://www.photrio.com/forum/threads/ilford-72-exposure-hp-5.114598/
Comentaban entonces que posiblemente se retiró del mercado porque el soporte era tan recio que en tal de romperse ante la acción del motor de arrastre lo que se rompía era el motor. Mu bestia.
Gracioso también la anécdota de que había que subirse a una escalera para colgar estos rollos una vez revelados. Y digo yo que meterlos en la espiral sería un poema.