La clave, como no podía ser de otra manera, son las lentes “rugosoides” y la pupila de salida enorme. Con ellas el sensor sufre menos y el rendimiento del conjunto aumenta.
Y digo yo: entonces, ¿por qué no se han utilizado las lentes “rugosoides” y una pupila de salida enorme en los objetivos DSLR en los que ya de por si y por la distancia de registro el ángulo de incidencia es menor? En principio el rendimiento del conjunto debería ser mayor que en las “mirrorless”, ¿no? ¿Que nos ocultan?, que saben ellos que nosotros no sabemos?, ¿que quieren que no sepamos? El cielo los confunda a ellos y a toda su descendencia una y mil veces por toda la eternidad. Amén, amén y amén., amén.
En nombre de los tres mil millones uno de canonistas desesperados reivindico un EF 24-70F4L IS USM II con una lente de salida rugosoide y con una pupila tan grande como permita el diámetro de la montura, con un rendimiento superlativo entre Zeiss Otus y Sony GMaster y un plano de enfoque más liso que una lámina de grafeno recién planchada. He dicho, me reitero y lo exijo. Amén otra vez.
Aunque lo piense en el fondo de mi alma nunca me oiréis decir que si yo tuviera que fabricar los objetivos los cobraría mil veces más caros. Eso se quedará en mi intimidad.
A mi es que no hace falta que lo despanzurre. Con ver la lenteja delantera ya se me revuelve el estómago.