Mi mujer, igual que yo, hubo una vez que fuimos Ingenieros Industriales. En la escuela fue donde la conocí y en el último año empezamos a salir. Ella, por razones que no vienen al caso, nunca ejerció su profesión.
En segundo año ella trabajó de becaria en el Laboratorio de Mecánica. El catedrático era un señor que se llamaba Agulló y era un sabio. Su capacidad para enseñar era nula, pero era un verdadero genio. En aquella época se dedicaban a muchas cosas, pero sobre todo a estudiar las vibraciones de un piano, cuerdas y madera, y algunos instrumentos de viento, clarinete, oboe, tenora.
Uno de los inventos que hicieron era un aparato que llamaron INOCAU (“y no cae”, en castellano). Era una especie de sillín de bicicleta con una sola rueda. Debajo del sillín había un enorme disco de metal que se aceleraba previamente y que actuaba como giróscopo. El aguerrido piloto se sentaba en el sillín y el equilibrio lo mantenía y compensaba el giróscopo. El problema era que para avanzar y maniobrar había que inclinarse, pero no en el sentido en que querías hacerlo, sino 90º en perpendicular. El artilugio se basaba en la conservación del momento angular y su aceleración, y por lo visto ese vector (yo ya no me acuerdo de ello) está girado 90º respecto a la dirección del movimiento. Era realmente curioso ver al aparato, a su aguerrido piloto con caso por si acaso, y a toda la cátedra de mecánica detrás, desplazándose por los pasillos de la escuela. Estoy hablando del año 1973 y teníamos en esa época 19 añitos (si, los dinosaurios ya se habían extinguido, al menos no vimos ninguno). En aquella época no había móviles porque si los hubiera habido habría sido “trending topic” mundial y hubiera petado TikTok.
Bueno, pues con todo esto averigüe mi querido lector por qué me ha venido ese invento a la cabeza al ver este artículo que yo convierto en AUR para este lunes de dolor.
Con todos vosotros este ingeniosísimo invento que pudo ser y no fue.