Siendo pequeña, quedé impactada por un amigo de mis padres que era un pintor abstracto portugués, con el que pasábamos todos los veranos y varias escapadas al año. Cuando íbamos a su casa en Lisboa, yo tenía una cama en su estudio, rodeada de sus cuadros y de botes de oleo y trementina que inundaban la habitación de un peculiar olor. Era siempre divertido y muy enriquecedor estar con él y su mujer. Me leía a Alberti antes de ir dormir, aquello de «el diablo hocicudo…» Me hacía soñar.
Blog de Valentín Sama
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